LIS.— ¡Cuánto siento ser paralítica!
FANDO.— Está bien que seas paralítica; así soy yo el que te pasea.

Este viaje no es para nada idílico. Fando tiene que remolcar a Lis y en ocasiones cargarla. Los parajes abandonados son los testigos de esta especie de descenso progresivo en el que los amantes se ven envueltos. Pareciera que Arrabal quisiera hacernos ver que todo se opone a la realización del amor y, en un momento dado, el peor enemigo del amor son los propios amantes.
[...]
La muerte se presenta como el único destino posible para aquellos que se aman. «Qué bonito es un entierro» canta Fando alegremente en uno de los pasajes más característicos de la obra. En cierto modo, sólo la muerte puede ser pensada en algo de similar belleza al amor. El deseo de Lis es que Fando la visite en su tumba cuando ésta muera, y éste por su parte promete visitarla «con una flor y un perro».

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OPHELIA, revista de teatro y otras artes