Estamos ante un secreto, y está muy mal visto contar secretos, por lo que el crítico se queda sin palabras en esta ocasión. Me preguntaba a la salida del emocionante trabajo del equipo de Enrique Vargas cómo podría ahora trasladarles a ustedes una reflexión sobre el mismo. Y es sencillamente imposible por varios motivos. Lo que sentí es demasiado personal, lo que hicieron allí no se debe contar porque desvelas el secreto de la obra, las impresiones no se pueden apenas ni sugerir, las emociones son individuales e intransferibles y el impacto estético no cabe en ninguna palabra (ni los actores son actores, sino habitantes). Sólo puedo decirles que tienen ustedes una oportunidad única de volver a un origen perdido, por lo que les recomiendo que corran a la taquilla del Teatro Español, de las Naves del Español (también llamado Matadero de Madrid) o que compren su entrada en Internet urgentemente, y sean uno de los ochocientos ochenta afortunados de poder asistir a una experiencia que debería tener una mayor repercusión en la cartelera madrileña. Señores y señoras, está en Madrid Enrique Vargas, el del Teatro de los Sentidos, aquél que hizo El hilo de Ariadna, Oráculos o El sentido contrario, que sólo unos cuantos pudimos ver este año en mayo. Si no están en Madrid ahora, sigan su recorrido en Internet o donde sea, como hemos tenido que hacer muchos que no entendemos porqué en una ciudad de la que sus políticos dicen que es la capital del teatro de Europa en un alarde soberbia, esta compañía con sus habitantes no ha tenido una mayor presencia. Es un teatro que, por sus características técnicas, requiere del cariño y del impulso institucional. Por eso agradezcamos al Teatro Español que ahora esté en Madrid, y asistan a las Naves del Español, porque es una oportunidad única de poder sentir. ¿No es eso lo que buscamos cuando vamos al teatro?

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OPHELIA, revista de teatro y otras artes

Podría parecer que nos acercamos a este montaje con la intención de olerlo y saborearlo, pero va mucho más allá: bailamos, reimos, dormimos, pisamos... La capacidad para trasladarnos en el espacio e interactuar con cada actor se da de forma natural, no percibes la más mínima tensión y te agrada ser parte (más que activa) de la historia contada.
Y es que estamos tan poco acostumbrados al teatro participativo que la sensación después de dejar esta sala es, como bien dice Domingo, personal e intransferible. Extasiado, al menos en mi caso, por el contacto físico con tantas y tan diferentes texturas: piel humana, telas, uvas, tierra...
Id y disfrutad

Lo he intentado, pero ya ayer por la mañana no quedaba una sola entrada por Internet...
Por qué estos montajes no están más tiempo????

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RODOMONTE

Ya os lo decía... Ochocientas ochenta personas eran las elegidas. Espero que esto sirva para que el Teatro de los Sentidos sea programado más tiempo y más ocasiones, porque merece que tengan un espacio continuo en una ciudad como Madrid.

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DOMINGO ORTEGA
Arte por encima de todo